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Segundo Domingo de Pascua – de la Divina Misericordia

abril 23rd, 2017 Posted in Lectio Divina del Domingo

Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera…
tomassoLectio:
Leo el Evangelio de este domingo, lo leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra…
hoy estoy llamada/o a leer Jn 20,19-31, un pasaje un poco largo que me permite de subdividirlo en dos partes principales y tiene también una conclusión, por lo tanto esto ante una perícopa bien “construida”. ¿Cómo me doy cuenta de estos detalles? Luego de haber leído la primera vez el texto, releyéndolo capto algunas diferencias, por ejemplo de tiempo: al inicio se habla del atardecer del mismo día (el de la resurrección) y luego se habla de ocho días después. Transcurre una semana entre una aparición del Señor y la otra, por lo tanto aún no ha vuelto al Padre, se ha quedado transformado, no lo reconocen al verlo. Entre los personajes aparecen el Señor y los discípulos, sin la presencia de Tomás la primera vez, en la segunda venida del Señor, Tomás está.
Pero también hay algunos elementos comunes a las dos partes: están reunidos en “la” casa, esto me indica que no era un lugar cualquiera sino aquel utilizado habitualmente por ellos, aquel que la tradición ha reconocido siempre como el cenáculo en Jerusalén. En mi lectura espiritual continúo a ver las frases o palabras que se repiten: puertas cerradas, paz a ustedes, en medio de ellos, las manos y el costado, los signos… estos particulares me están invitando a prestar una atención especial: ¿Por qué se repiten?
Otra luz es el argumento que se trata en cada parte: en la primera hay un mandato específico después del don del Espíritu; en la segunda en cambio, está la invitación a constatar y creer, con el consiguiente reclamo por la poca fe y la bienaventuranza de quien cree sin ver.
También hay algunos diálogos: el Señor habla con los discípulos, éstos con Tomás y de nuevo el Señor que habla con Tomás. La fuerza de las palabras del Resucitado se capta por el silencio y el comportamiento de los discípulos: a su invitación de ver los signos de la resurrección ellos se alegran, ante el don del Espíritu y del mandato de perdonar hacen silencio: ¿Por qué el evangelista deja abierto este silencio? Quiere indicar la seriedad del mandato y la pequeñez de los discípulos, quiere también indicar que este mandato requiere su libre respuesta. Hay que preguntarse también si el mandato que el Señor da, a semejanza del Padre, es sólo el de perdonar los pecados o es un mandato más amplio, de ir a anunciar, porque ellos inmediatamente hacen el anuncio del encuentro con el Señor a Tomás, y Jesús ha hecho esto durante su vida terrena, junto al perdón de los pecados.
El estado de ánimo viene descrito con claridad: los discípulos tienen temor al inicio y luego se alegran cuando ven los signos de la pasión del Señor.
La conclusión, luego, nos ofrece otras pistas: se habla de nuevo de signos, de fe, pero también se dan títulos al Señor Jesús y la finalidad por la que todo esto ha sido comunicado.
Meditatio:
Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.
La lectio divina de este domingo es muy amplia, realmente he encontrado muchas pistas que me pueden ayudar, pero yo me detendré sólo en aquellos que mi espíritu siente la moción que me dice de quedarme allí, lo demás lo dejo por hoy.
El amor misericordioso del Señor resucitado se manifiesta de manera abundante en este texto: él entra con las puertas cerradas, es decir donde hay miedo y cerrazón, al atardecer porta la luz, la paz y por lo tanto quita todo miedo. Él es el centro de todo y está en medio de ellos, todos los ojos lo fijan, lo que experimentan los discípulos es maravilla y alegría, esos signos ignominiosos de la pasión ahora se convierten en signos de salvación, porque indican la victoria sobre la muerte y el pecado. Los signos son los medios a través de los que reconocen al Señor que ahora tiene un aspecto transformado. El Señor tiene tanta misericordia que da el tiempo a los discípulos para que lo reconozcan y luego les da el mandato que él mismo ha recibido del Padre suyo: anunciar y perdonar los pecados. El perdón de los pecados ahora pueden darlo porque él se ha ofrecido en la última cena por el perdón de los pecados, ahora tenemos un abogado grande y misericordioso ante el Padre que ahora intercede por nuestra salvación.
El mandato recibido por los discípulos lo ponen inmediatamente en práctica: anuncian a Tomás la venida del Señor, pero él no acepta la mediación. Tomás pretende constatar personalmente que el Señor está vivo, no le basta el testimonio de los hermanos. Obviamente este personaje representa aquellos que no han visto personalmente al Señor resucitado y por lo tanto están llamados a creer a través del testimonio y el anuncio de los otros, y creyendo también ellos se convierten en testigos y anunciadores para quien vendrá, la cadena no se romperá mientras encuentre una fe que acoge el anuncio. Mas aquí Tomás no se abre a esta fe. El Señor tendrá que tener paciencia con él y de nuevo emerge el amor misericordioso del Resucitado que reaparece, ocho días después, habiendo dado a Tomás tiempo para adherir al anuncio. Así como en el evangelio de Lucas Jesús muestra de tener un cuerpo y pide de comer, aquí invita a Tomás a penetrar los signos de la pasión y el evangelista describe esta actitud con mucha minuciosidad, él quiere que también nosotros sintamos la fuerza y “experimentemos” casi palpando, los signos de la gracia… No nos dice que Tomás lo haya hecho, pero nos relata su profesión de fe: Señor mío y Dios mío, es decir, reconoce al Cristo Resucitado y que es su mismo Dios, pero no sólo, hay una relación de pertenencia mutua que se revela no sólo por esta experiencia, sino también de cuando el Señor era su Maestro y él había empujado a los otros discípulos para ir a Jerusalén a morir con él, o cuando le preguntó el camino para seguirlo. Es verdad que Tomás es un creyente pequeño, como le dice Jesús, pero en el evangelio de Juan se deja entrever bien que él tenía una relación especial con el Señor, su nombre o sobrenombre es “dídimo” que quiere decir “gemelo”, más de un autor se ha preguntado si lo llamaban gemelo del Señor, no sólo por su semejanza física, sino por la relación que tenía con él.
Para concluir, todo este relato lleva justo a abrirse a la fe en Jesucristo como Hijo de Dios, porque esto lleva a la vida verdadera. Todo lo que ha sido escrito en el IV Evangelio, este episodio, todo tiene un único fin: acoger al Hijo de Dios porque la vida se ha hecho visible y las tinieblas no la han acogido, pero a quienes creen en Dios, les ha dado gracia sobre gracia, es decir la vida eterna que su Hijo ha conquistado con el precio de su Sangre.
Oratio:
La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración…
Repito en silencio varias veces
: “Señor mío y Dios mío”
O bien:

      Señor mío, que tu paz descienda en mí y me cubra,
      que tu amor misericordioso toque mi duro corazón
      y lo haga dócil a la fe en ti, a acoger el anuncio de la Iglesia.
    Dame la gracia de convertirme yo también en testigo de tu resurrección.

O bien: Se puede recitar el Credo Apostolico

Contemplatio:
Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…
Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.

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