Mes en honor del Sagrado Corazón de Jesús
Sexto día:
“El Sagrado Corazón de Jesús nos empuja a inmolarnos como Él”
Madre Carmela no deja nunca de animar y orientar aún a quien la ayuda en su camino espiritual, y sus palabras parecen muy actuales también hoy para todo consagrado:
Recuerde que el voto de obediencia jurado ante Dios no ha sido otra cosa que el ara de amor y de dolor en el que será inmolado continuamente su espíritu en el fuego de la tribulación, como víctima destinada a dar a Dios aquella alabanza que le compete en reparación de tantos ofensas que recibe por la mayor parte de los hombres, especialmente por las almas consagradas a Él. Con toda generosidad y amor, se apoye en la cruz, se pegue a ella pues la cruz o unirá, lo estrechará fuertemente, íntimamente a Dios y lo hará vivir de su misma vida. La cruz será el lecho de su reposo, la vida de su espíritu, el punto de unión entre Dios y su alma … Se mantenga firme y contento donde Dios lo ha llamado, Dios mismo sabrá guiar su alma por estos senderos ásperos y difíciles, en el que ha dispuesto que camine y abanze para llegar a esa meta que ha establecido en su eterno consejo. (Escritos de la Fundadora, Vol. III, pág. 134)
Estas palabras se hacen vida en nosotros:
- Debemos recordar siempre que el voto de obediencia va unido a la inmolación de nosotros mismos en el fuego de la tribulación, es decir, de la prueba.
- Siguiendo el ejemplo de Jesús, seamos víctimas que demos alabanza a Dios con nuetra vida y reparemos los pecados de la humanidad, sobre todo de los consagrados que viven lejos de Dios y en el pecado.
- El único modo de vivir nuestro estado victimal con Jesús Víctima, es el de apegarnos fuertemente a su Cruz, porque gracias a la muerte redentora de Jesús, esa se ha convertido en el punto de unión entre Dios y nosotros.
- Nuestra paz y serenidad las viviremos sólo allí donde Dios, y la obediencia, nos han llevado, aún a costo del sufrimiento, pero estando firmes en nuestro puesto estaremos seguros que caminamos hacia la meta eterna.
Hoy retomaré este escrito de la Sierva de Dios y, en la oración personal, verificaré mi voto de obediencia y haré yo también, mi acto de oblasión al Dios del amor en reparasión de los pecados de todos los hombres, especialmente de los consagrados.