Espacio de la Espiritualidad

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Tercer Domingo de Pascua – A –

abril 30th, 2017 Posted in Lectio Divina del Domingo

Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera…

Lectio:

Leo el Evangelio de este domingo, lo leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra…

emmausHoy la Liturgia me propone leer y meditar el Evangelio de Lc 24,13-35, el texto conocido como de los “discípulos de Emaús”. Un episodio muy conocido y apreciado, en el que la tradición ha leído siempre el modelo de la actual celebración Eucarística.
En mi primera lectura del texto, dejo que la sorpresa esté al timón, para no dejarnos llevar por lo que ya sabemos, leo el texto como si fuera la primera vez, y Lucas me ayuda en esto porque es como un director de cine que me hace imaginar y sentir cada palabra que se relata.
Nuestros personajes son Jesús (nombre histórico del Cristo Resucitado) y dos discípulos, de los que uno se llama Cleofás. Junto a la cruz de Cristo, entre las mujeres que allí estaban, había una llamada María, mujer de Cleofás. Es posible que sea el mismo personaje, pero resulta muy difícil identificar al otro discípulo con María su mujer, ya que Lucas no habría tenido problemas de nombrarla aquí, como lo ha hecho poco antes. Además para que sea cierto un testimonio, tenía que ser hecho por dos hombres, de hecho ellos mismos cuando recuerdan a las mujeres dejan claro que no ha creído a su testimonio, o por lo menos no les ha bastado.
Notemos también que hay muchos diálogos: se dice que los discípulos hablan y discuten a lo largo del camino, Jesús habla con ellos y sea unos que el otro hacen dos discursos cargados del anuncio sobre el Mesías. Los discípulos presentan la persona de Jesús como un libertador ideal, que de todos modos han asesinado, no obstante el bien que ha hecho. El Señor, en cambio, va explicando cada Palabra que preanunciaba al Mesías, dando a las mismas el verdadero sentido de la liberación de Israel, aquella interior que libra del pecado.
Siguiendo nuestra lectura atenta del texto, llama la atención con cuánto cuidado Lucas describe los distintos estados de ánimo de los discípulos: al inicio están con el semblante triste, luego ellos mismos dicen de haber quedado desconcertados frente al testimonio de las mujeres, después reconocen que les ardía el corazón mientras Jesús hablaba con ellos y les explicaba las Escrituras y al final, parten llenos de alegría a anunciar el encuentro que han tenido con el Resucitado. La tristeza y el estar desconcertados están relacionados con la angustia, un estado oscuro del alma que no deja abrirse, a acoger la luz. Y justo se describen estos sentimientos mientras se dice que es de día, por eso Lucas declara que “sus ojos eran incapaces de reconocerlo”. Es evidente el contraste con los otros dos sentimientos y emociones: la alegría y el ardor del corazón que también están relacionados con el amor. ¡Es el amor el que genera alegría y calienta el corazón! Es el amor que hace abrir los ojos, de hecho ahora pueden reconocer al Señor en el gesto eucarístico, porque están abiertos a la novedad, a que la luz entre en su ser, Lucas dice que “se abrieron sus ojos” y era de noche, ¡de nuevo el contraste!
Por último, prestemos atención al hecho que ellos se encaminan inmediatamente hacia Jerusalén cuando ya es de noche, porque tienen la luz en el corazón pueden caminar de noche, porque ésta ya no representa más un peligro para ellos. Y los Once con los otros que están con ellos prueban el mismo estado de ánimo de nuestros discípulos: porque también ellos han tenido el encuentro con el Señor, y hacen su profesión de fe a nivel eclesial a partir del testimonio de Pedro.

Meditatio:

Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.

En este relato que hemos leído más de una vez, y en el que hemos captado tantas pautas, trato de buscar el sentido general y particular del mensaje, y esto lo hago individuando la intención del evangelista al narrar los hechos de este modo particular. Ciertamente tengo que tener presente que el Evangelio de Lucas ha sido escrito alrededor de los años 90 d.C., por lo tanto Lucas hace una relectura de los hechos y quiere dar un mensaje a la comunidad que ya camina en la fe, pero que no ha sido testigo directo de la resurrección, son los llamados de la segunda generación.
Entonces, Lucas trata de hacerlos entrar en los sentimientos de los discípulos después de la muerte de Jesús, ¡han pasado tres días y a él no lo han visto! Es el desconcierto total, habían puesto toda su esperanza, sus expectativas, la confianza en este hombre de Galilea que hacía grandes prodigios, pero ahora todo se ha convertido en nada. Es en esta realidad que viven en la que el Señor se hace compañero de camino. Él va a su encuentro allí en el estado en que se encuentran, les deja hablar, expresarse, desahogarse, tal vez quiere que tomen conciencia de lo que están diciendo, pero nada, ellos están cerrados en su dolor y desilusión, no logran reconocer al Señor, ni el designio de salvación que Él mismo había preanunciado. Jesús aprovecha este estado de postración y abandono (están regresando a casa) de los discípulos y poco a poco inicia a hacerlos salir a partir de la proclamación de las Escrituras, sobre todo lo que concernía a la persona del Mesías, es decir, les hace entender que también la muerte de Jesús entraba en el plan de Dios para el perdón de los pecados y que a través de su pasión todos se habrían salvado. Mientras habla el Señor sus corazones arden, sienten que algo se está movilizando dentro pero no logran entender qué cosa sea, es que ellos conocían bien las Escrituras, las leían cada sábado en la sinagoga y estaban al corriente de todas las profecías que hablaban del Mesías, pero no las habían leído nunca con la gracia del Espíritu, Jesús es el Señor Dios que cambia este modo de leer las Escrituras, por eso arde su corazón, porque quien les explica es el Señor de la vida, es quien puede dar la luz necesaria para entender el verdadero sentido de la historia del Mesías libertador.
El Señor, que se ha hecho compañero de camino, quiere respetar hasta el extremo la libertad de los suyos, por eso hace el gesto de querer proseguir, quiere que sean los mismos discípulos que lo inviten. Durante el ministerio público ha sido él que ha llamado a los discípulos, ahora quiere que sean ellos a elegirlo, que tomen su propia responsabilidad y acojan a Cristo en su casa.
Luego la escena cambia totalmente, el huésped es el que hace todo, todo se concentra en el Señor que está a la mesa y hace la bendición y el agradecimiento típico de toda comida judía. Pero al describir Lucas esto, casi repite la escena de la última cena, no sólo a los discípulos de Emaús, sino también a nosotros nos hace dar cuenta que este compañero de camino es justamente el Cristo Resucitado! Al momento que ellos lo reconocen al partir el pan, el Señor desaparece de su vista, pero ya no tienen necesidad de nada más, su corazón arde, están alegres, ha regresado para ellos el sentido de todo, de su vida, de su seguimiento, de sus esperanzas, y todo esto ha sido transformado por la luz de la presencia del Resucitado en medio de ellos.
A veces puedo ser como uno de estos discípulos. Tener expectativas que no coinciden con las verdaderas esperanzas, con la voluntad de Dios, y por eso toda circunstancia me hace estar triste, en la oscuridad, me desconcierta … es sólo abriéndome a la novedad del Evangelio, a leer los signos de los tiempos, como decía San Juan Pablo II, que puedo captar la luz de la fe y con esa abrirme a la novedad de Dios, a su voluntad que se manifiesta en los gestos cotidianos como el partir el pan, o el encuentro con un desconocido en nuestra vida. El Señor nos dé la gracia de mantenernos con los ojos del corazón abiertos y prontos para acoger el testimonio de la Iglesia, que en Pedro se hace eco de la Resurrección del Señor.

Oratio:

La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración…

Resta con nosotros, Señor,

porque solos no podemos ver la vida y su sentido como tú quieres que la veamos.

Resta con nosotros, Señor,

porque te necesitamos, necesitamos tus palabras, tus gestos.

Haz que no nos dejemos tomar por la oscuridad de la poca fe o la desesperanza

para que gustemos en nuestro corazón tu presencia que es viva y obra en nuestra vida, aun cuando no sabembos que caminas junto a nosotros.

Contemplatio

Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…

Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.

Segundo Domingo de Pascua – de la Divina Misericordia

abril 23rd, 2017 Posted in Lectio Divina del Domingo

Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera…
tomassoLectio:
Leo el Evangelio de este domingo, lo leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra…
hoy estoy llamada/o a leer Jn 20,19-31, un pasaje un poco largo que me permite de subdividirlo en dos partes principales y tiene también una conclusión, por lo tanto esto ante una perícopa bien “construida”. ¿Cómo me doy cuenta de estos detalles? Luego de haber leído la primera vez el texto, releyéndolo capto algunas diferencias, por ejemplo de tiempo: al inicio se habla del atardecer del mismo día (el de la resurrección) y luego se habla de ocho días después. Transcurre una semana entre una aparición del Señor y la otra, por lo tanto aún no ha vuelto al Padre, se ha quedado transformado, no lo reconocen al verlo. Entre los personajes aparecen el Señor y los discípulos, sin la presencia de Tomás la primera vez, en la segunda venida del Señor, Tomás está.
Pero también hay algunos elementos comunes a las dos partes: están reunidos en “la” casa, esto me indica que no era un lugar cualquiera sino aquel utilizado habitualmente por ellos, aquel que la tradición ha reconocido siempre como el cenáculo en Jerusalén. En mi lectura espiritual continúo a ver las frases o palabras que se repiten: puertas cerradas, paz a ustedes, en medio de ellos, las manos y el costado, los signos… estos particulares me están invitando a prestar una atención especial: ¿Por qué se repiten?
Otra luz es el argumento que se trata en cada parte: en la primera hay un mandato específico después del don del Espíritu; en la segunda en cambio, está la invitación a constatar y creer, con el consiguiente reclamo por la poca fe y la bienaventuranza de quien cree sin ver.
También hay algunos diálogos: el Señor habla con los discípulos, éstos con Tomás y de nuevo el Señor que habla con Tomás. La fuerza de las palabras del Resucitado se capta por el silencio y el comportamiento de los discípulos: a su invitación de ver los signos de la resurrección ellos se alegran, ante el don del Espíritu y del mandato de perdonar hacen silencio: ¿Por qué el evangelista deja abierto este silencio? Quiere indicar la seriedad del mandato y la pequeñez de los discípulos, quiere también indicar que este mandato requiere su libre respuesta. Hay que preguntarse también si el mandato que el Señor da, a semejanza del Padre, es sólo el de perdonar los pecados o es un mandato más amplio, de ir a anunciar, porque ellos inmediatamente hacen el anuncio del encuentro con el Señor a Tomás, y Jesús ha hecho esto durante su vida terrena, junto al perdón de los pecados.
El estado de ánimo viene descrito con claridad: los discípulos tienen temor al inicio y luego se alegran cuando ven los signos de la pasión del Señor.
La conclusión, luego, nos ofrece otras pistas: se habla de nuevo de signos, de fe, pero también se dan títulos al Señor Jesús y la finalidad por la que todo esto ha sido comunicado.
Meditatio:
Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.
La lectio divina de este domingo es muy amplia, realmente he encontrado muchas pistas que me pueden ayudar, pero yo me detendré sólo en aquellos que mi espíritu siente la moción que me dice de quedarme allí, lo demás lo dejo por hoy.
El amor misericordioso del Señor resucitado se manifiesta de manera abundante en este texto: él entra con las puertas cerradas, es decir donde hay miedo y cerrazón, al atardecer porta la luz, la paz y por lo tanto quita todo miedo. Él es el centro de todo y está en medio de ellos, todos los ojos lo fijan, lo que experimentan los discípulos es maravilla y alegría, esos signos ignominiosos de la pasión ahora se convierten en signos de salvación, porque indican la victoria sobre la muerte y el pecado. Los signos son los medios a través de los que reconocen al Señor que ahora tiene un aspecto transformado. El Señor tiene tanta misericordia que da el tiempo a los discípulos para que lo reconozcan y luego les da el mandato que él mismo ha recibido del Padre suyo: anunciar y perdonar los pecados. El perdón de los pecados ahora pueden darlo porque él se ha ofrecido en la última cena por el perdón de los pecados, ahora tenemos un abogado grande y misericordioso ante el Padre que ahora intercede por nuestra salvación.
El mandato recibido por los discípulos lo ponen inmediatamente en práctica: anuncian a Tomás la venida del Señor, pero él no acepta la mediación. Tomás pretende constatar personalmente que el Señor está vivo, no le basta el testimonio de los hermanos. Obviamente este personaje representa aquellos que no han visto personalmente al Señor resucitado y por lo tanto están llamados a creer a través del testimonio y el anuncio de los otros, y creyendo también ellos se convierten en testigos y anunciadores para quien vendrá, la cadena no se romperá mientras encuentre una fe que acoge el anuncio. Mas aquí Tomás no se abre a esta fe. El Señor tendrá que tener paciencia con él y de nuevo emerge el amor misericordioso del Resucitado que reaparece, ocho días después, habiendo dado a Tomás tiempo para adherir al anuncio. Así como en el evangelio de Lucas Jesús muestra de tener un cuerpo y pide de comer, aquí invita a Tomás a penetrar los signos de la pasión y el evangelista describe esta actitud con mucha minuciosidad, él quiere que también nosotros sintamos la fuerza y “experimentemos” casi palpando, los signos de la gracia… No nos dice que Tomás lo haya hecho, pero nos relata su profesión de fe: Señor mío y Dios mío, es decir, reconoce al Cristo Resucitado y que es su mismo Dios, pero no sólo, hay una relación de pertenencia mutua que se revela no sólo por esta experiencia, sino también de cuando el Señor era su Maestro y él había empujado a los otros discípulos para ir a Jerusalén a morir con él, o cuando le preguntó el camino para seguirlo. Es verdad que Tomás es un creyente pequeño, como le dice Jesús, pero en el evangelio de Juan se deja entrever bien que él tenía una relación especial con el Señor, su nombre o sobrenombre es “dídimo” que quiere decir “gemelo”, más de un autor se ha preguntado si lo llamaban gemelo del Señor, no sólo por su semejanza física, sino por la relación que tenía con él.
Para concluir, todo este relato lleva justo a abrirse a la fe en Jesucristo como Hijo de Dios, porque esto lleva a la vida verdadera. Todo lo que ha sido escrito en el IV Evangelio, este episodio, todo tiene un único fin: acoger al Hijo de Dios porque la vida se ha hecho visible y las tinieblas no la han acogido, pero a quienes creen en Dios, les ha dado gracia sobre gracia, es decir la vida eterna que su Hijo ha conquistado con el precio de su Sangre.
Oratio:
La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración…
Repito en silencio varias veces
: “Señor mío y Dios mío”
O bien:

      Señor mío, que tu paz descienda en mí y me cubra,
      que tu amor misericordioso toque mi duro corazón
      y lo haga dócil a la fe en ti, a acoger el anuncio de la Iglesia.
    Dame la gracia de convertirme yo también en testigo de tu resurrección.

O bien: Se puede recitar el Credo Apostolico

Contemplatio:
Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…
Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.

Pensamiento del día 22 de abril de 2020

abril 22nd, 2017 Posted in Pensamiento del dia

21El alma en estado de prueba es elevada sobre sí misma y sobre toda la creación, estableciéndose, por medio de la fe, sobre el monte de las miserias, donde el pronto y continuado socorro divino y su gracia la constituyen en aquella plena seguridad que hace la base y el fundamento de toda su vida espiritual.

(Venerable Carmela Prestigiacomo)

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Domingo de Resurrección – A –

abril 16th, 2017 Posted in Lectio Divina del Domingo

Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera…
descargaLectio:
Leo el Evangelio de este domingo, lo leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra
El Evangelio que la Liturgia nos ofrece hoy es Jn 20,1-9, llamado también “del sepulcro vacío”. Tomo esta Palabra bellísima y la leo con atención, hago una segunda lectura. Eh aquí que hay tres personajes que resaltan: María Magdalena, Pedro y el discípulo amado.
De los tres se dice que corren y que vieron, pero… ¡con distinta intensidad! De hecho, la distancia que hay desde el jardín donde había sido sepultado el Señor hasta el cenáculo, donde con mucha probabilidad estaban los discípulos, es un poco extensa, entonces no es tan natural que ellos corran,… y lo hacen los tres. Me doy cuenta por ello, que es un mensaje del evangelista que quiere indicar el movimiento, el impulso para buscar al Señor, el apuro para encontrarlo. Pero sólo el discípulo amado corre más veloz… como si se dijera que es el amor que empuja al movimiento, y él tenía una relación realmente íntima con el Señor, era amado y amaba al Señor con todo su corazón.
Se repiten los verbos del ver, he dicho antes que los tres discípulos ven, pero no de igual manera y el evangelista subraya esto usando verbos distintos que nosotros no podemos captar bien por la traducción. Para María se usa el verbo blepo, que indica un ver físico, simplemente ver, sin concentrarse demasiado, sin interiorizar. Para Pedro se utiliza el verbo theorein que indica un observar, ver con atención y escrutar con la mente cada cosa. Para el discípulo amado se usa el verbo blepo cuando llega al sepulcro y queda fuera, pero luego, cuando entra se usa otro verbo: orao, que quiere decir mirar, contemplar, ver con el corazón, la mente y todo el ser.
Por último, están los “signos” que hablan por sí solos. El sepulcro está vacío, no está el cuerpo del Señor que había sido depuesto allí. La piedra ha sido sacada… las vendas están posadas allí y el sudario está enrollado y se encuentra en otro lugar. El sepulcro me indica que no hay ningún muerto… la piedra, que algo misterioso y grande ha sucedido, porque era muy pesada para correrse sola o por una sola persona. Las vendas y el sudario, me indican luego que el cuerpo no ha sido robado, pues se encuentran ordenados, ¡ningún ladrón deja las cosas ordenadas y mucho mensos las vendas que han envuelto un cadáver!
Meditatio:
Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.
Este domingo, como he podido comprender en la lectio, la Palabra es riquísima y llena de mensajes, no hay sólo un sentido o un mensaje. Tratemos de captar algunos más importantes:

Este evangelio nos habla de “discípulos”, son aquellos que han seguido al Señor de cerca durante todo su ministerio público. Ellos se movilizaron ante la posible pérdida del cuerpo de su Maestro, perder a Jesús completamente es demasiado para ellos, necesitan aferrarse a algo, almeno a un cuerpo muerto, pero Dios quiere que den un paso más, Juan nos lo muestra con la veloz corrida del discípulo amado. Cuando amo, me movilizo más, no tengo tiempo que perder, busco, quiero ver… mirar… contemplar.
En los verbos del ver hay un progreso muy marcado, la fe requiere este camino, ellos no ven de la misma manera porque su persona es distinta, tiene una historia distinta con el Señor y su personalidad se muestra con una fe que también tiene distintos grados: María ama, cree, pero está demasiado paralizada a la relación humana, de hecho más adelante el Señor le dirá de no retenerlo. Pedro cree, pero en el momento de la prueba ha sido débil, ahora quiere darse cuenta bien qué cosa está sucediendo, no quiere ser más impulsivo como siempre, quiere observar, comprender. El discípulo amado, mira, y al mirar lo hace con el corazón por eso se abre a la fe. Pero, ¿qué es lo que cree? El texto queda en silencio, el discípulo ideal, aquel que es modelo para nosotros, cree que el cuerpo no ha sido robado, ve los signos y estos le hablan, no es todavía una fe plena, de hecho se dirá en el v. 10 que los discípulos se volvieron a casa, es decir como si no hubieran entendido nada. El discípulo cree que ha sucedido algo de extraordinario, pero no logra captar el sentido profundo, no se ha encontrado todavía con el Señor resucitado, no ha recibido el Espíritu y por lo tanto su fe todavía debe crecer.
¿Cuál de los discípulos soy yo? ¿Cómo me movilizo para buscar al Señor? ¿Cómo miro los signos que se me presentan en la vida: personas, circunstancias, etc.? ¿Qué me está diciendo esta Palabra a mí, ahora?
Oratio:
La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración

      ¡Te alabo, Señor de la vida!
      Porque realmente te revelas a los pequeños y a los simples
      y quieres que yo me abra a tu manifestación.
      Dame ojos atentos, abiertos, dóciles
      para ver y mirar lo que tú me quieres mostrar,
      para captar tu mensaje que me transforma y renueva
    a partir de tu Resurrección. Amén

Contemplatio:
Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…
Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.