Tercer Domingo de Pascua – A –
Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera… …
Lectio:
Leo el Evangelio de este domingo, lo leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra…
Hoy la Liturgia me propone leer y meditar el Evangelio de Lc 24,13-35, el texto conocido como de los “discípulos de Emaús”. Un episodio muy conocido y apreciado, en el que la tradición ha leído siempre el modelo de la actual celebración Eucarística.
En mi primera lectura del texto, dejo que la sorpresa esté al timón, para no dejarnos llevar por lo que ya sabemos, leo el texto como si fuera la primera vez, y Lucas me ayuda en esto porque es como un director de cine que me hace imaginar y sentir cada palabra que se relata.
Nuestros personajes son Jesús (nombre histórico del Cristo Resucitado) y dos discípulos, de los que uno se llama Cleofás. Junto a la cruz de Cristo, entre las mujeres que allí estaban, había una llamada María, mujer de Cleofás. Es posible que sea el mismo personaje, pero resulta muy difícil identificar al otro discípulo con María su mujer, ya que Lucas no habría tenido problemas de nombrarla aquí, como lo ha hecho poco antes. Además para que sea cierto un testimonio, tenía que ser hecho por dos hombres, de hecho ellos mismos cuando recuerdan a las mujeres dejan claro que no ha creído a su testimonio, o por lo menos no les ha bastado.
Notemos también que hay muchos diálogos: se dice que los discípulos hablan y discuten a lo largo del camino, Jesús habla con ellos y sea unos que el otro hacen dos discursos cargados del anuncio sobre el Mesías. Los discípulos presentan la persona de Jesús como un libertador ideal, que de todos modos han asesinado, no obstante el bien que ha hecho. El Señor, en cambio, va explicando cada Palabra que preanunciaba al Mesías, dando a las mismas el verdadero sentido de la liberación de Israel, aquella interior que libra del pecado.
Siguiendo nuestra lectura atenta del texto, llama la atención con cuánto cuidado Lucas describe los distintos estados de ánimo de los discípulos: al inicio están con el semblante triste, luego ellos mismos dicen de haber quedado desconcertados frente al testimonio de las mujeres, después reconocen que les ardía el corazón mientras Jesús hablaba con ellos y les explicaba las Escrituras y al final, parten llenos de alegría a anunciar el encuentro que han tenido con el Resucitado. La tristeza y el estar desconcertados están relacionados con la angustia, un estado oscuro del alma que no deja abrirse, a acoger la luz. Y justo se describen estos sentimientos mientras se dice que es de día, por eso Lucas declara que “sus ojos eran incapaces de reconocerlo”. Es evidente el contraste con los otros dos sentimientos y emociones: la alegría y el ardor del corazón que también están relacionados con el amor. ¡Es el amor el que genera alegría y calienta el corazón! Es el amor que hace abrir los ojos, de hecho ahora pueden reconocer al Señor en el gesto eucarístico, porque están abiertos a la novedad, a que la luz entre en su ser, Lucas dice que “se abrieron sus ojos” y era de noche, ¡de nuevo el contraste!
Por último, prestemos atención al hecho que ellos se encaminan inmediatamente hacia Jerusalén cuando ya es de noche, porque tienen la luz en el corazón pueden caminar de noche, porque ésta ya no representa más un peligro para ellos. Y los Once con los otros que están con ellos prueban el mismo estado de ánimo de nuestros discípulos: porque también ellos han tenido el encuentro con el Señor, y hacen su profesión de fe a nivel eclesial a partir del testimonio de Pedro.
Meditatio:
Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.
En este relato que hemos leído más de una vez, y en el que hemos captado tantas pautas, trato de buscar el sentido general y particular del mensaje, y esto lo hago individuando la intención del evangelista al narrar los hechos de este modo particular. Ciertamente tengo que tener presente que el Evangelio de Lucas ha sido escrito alrededor de los años 90 d.C., por lo tanto Lucas hace una relectura de los hechos y quiere dar un mensaje a la comunidad que ya camina en la fe, pero que no ha sido testigo directo de la resurrección, son los llamados de la segunda generación.
Entonces, Lucas trata de hacerlos entrar en los sentimientos de los discípulos después de la muerte de Jesús, ¡han pasado tres días y a él no lo han visto! Es el desconcierto total, habían puesto toda su esperanza, sus expectativas, la confianza en este hombre de Galilea que hacía grandes prodigios, pero ahora todo se ha convertido en nada. Es en esta realidad que viven en la que el Señor se hace compañero de camino. Él va a su encuentro allí en el estado en que se encuentran, les deja hablar, expresarse, desahogarse, tal vez quiere que tomen conciencia de lo que están diciendo, pero nada, ellos están cerrados en su dolor y desilusión, no logran reconocer al Señor, ni el designio de salvación que Él mismo había preanunciado. Jesús aprovecha este estado de postración y abandono (están regresando a casa) de los discípulos y poco a poco inicia a hacerlos salir a partir de la proclamación de las Escrituras, sobre todo lo que concernía a la persona del Mesías, es decir, les hace entender que también la muerte de Jesús entraba en el plan de Dios para el perdón de los pecados y que a través de su pasión todos se habrían salvado. Mientras habla el Señor sus corazones arden, sienten que algo se está movilizando dentro pero no logran entender qué cosa sea, es que ellos conocían bien las Escrituras, las leían cada sábado en la sinagoga y estaban al corriente de todas las profecías que hablaban del Mesías, pero no las habían leído nunca con la gracia del Espíritu, Jesús es el Señor Dios que cambia este modo de leer las Escrituras, por eso arde su corazón, porque quien les explica es el Señor de la vida, es quien puede dar la luz necesaria para entender el verdadero sentido de la historia del Mesías libertador.
El Señor, que se ha hecho compañero de camino, quiere respetar hasta el extremo la libertad de los suyos, por eso hace el gesto de querer proseguir, quiere que sean los mismos discípulos que lo inviten. Durante el ministerio público ha sido él que ha llamado a los discípulos, ahora quiere que sean ellos a elegirlo, que tomen su propia responsabilidad y acojan a Cristo en su casa.
Luego la escena cambia totalmente, el huésped es el que hace todo, todo se concentra en el Señor que está a la mesa y hace la bendición y el agradecimiento típico de toda comida judía. Pero al describir Lucas esto, casi repite la escena de la última cena, no sólo a los discípulos de Emaús, sino también a nosotros nos hace dar cuenta que este compañero de camino es justamente el Cristo Resucitado! Al momento que ellos lo reconocen al partir el pan, el Señor desaparece de su vista, pero ya no tienen necesidad de nada más, su corazón arde, están alegres, ha regresado para ellos el sentido de todo, de su vida, de su seguimiento, de sus esperanzas, y todo esto ha sido transformado por la luz de la presencia del Resucitado en medio de ellos.
A veces puedo ser como uno de estos discípulos. Tener expectativas que no coinciden con las verdaderas esperanzas, con la voluntad de Dios, y por eso toda circunstancia me hace estar triste, en la oscuridad, me desconcierta … es sólo abriéndome a la novedad del Evangelio, a leer los signos de los tiempos, como decía San Juan Pablo II, que puedo captar la luz de la fe y con esa abrirme a la novedad de Dios, a su voluntad que se manifiesta en los gestos cotidianos como el partir el pan, o el encuentro con un desconocido en nuestra vida. El Señor nos dé la gracia de mantenernos con los ojos del corazón abiertos y prontos para acoger el testimonio de la Iglesia, que en Pedro se hace eco de la Resurrección del Señor.
Oratio:
La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración…
Resta con nosotros, Señor,
porque solos no podemos ver la vida y su sentido como tú quieres que la veamos.
Resta con nosotros, Señor,
porque te necesitamos, necesitamos tus palabras, tus gestos.
Haz que no nos dejemos tomar por la oscuridad de la poca fe o la desesperanza
para que gustemos en nuestro corazón tu presencia que es viva y obra en nuestra vida, aun cuando no sabembos que caminas junto a nosotros.
Contemplatio
Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…
Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.