Espacio de la Espiritualidad

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Lectio Divina de la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo

junio 28th, 2017 Posted in Lectio Divina del Domingo

Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera…

Lectio:

Leo el Evangelio de este domingo, lo leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra…pietropaoloEste domingo la Iglesia celebra la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, apóstoles del Evangelio, por lo que la Liturgia nos ofrece un texto clave como es el conocido evangelio de la profesión de fe de Pedro: Mt 16,13-19.

Iniciando nuestra lectura, encontramos que los personajes son solamente Jesús y sus discípulos, de los cuales sólo se nombra a Pedro. Podemos observar que Jesús inicia un diálogo a través de preguntas: la primera más general, luego de una respuesta un poco ambigua de los discípulos, Jesús arremete con una pregunta directa que requiere su involucración personal. A este punto responde Pedro, y de la manera como lo hace se puede entrever que habla en nombre de todos, así como a todos ha sido dirigida la pregunta. Jesús inicia entonces con una alabanza hacia Pedro, una bienaventuranza (macarismo típico en los Sinópticos) que le sigue una declaración-mandato, que da a Pedro la potestad sobre una nueva realidad que todavía no ha sido definida: la Iglesia de Jesús, de hecho él la llama así: “la mía Iglesia”.

Lo que sigue: “Las puertas del infierno no prevalecerán…” es una declaración que podría ser leída a través de dos perspectivas distintas: La primera es la que sitúa este relato en Cesarea de Filipo, una ciudadela al norte, en la falda del monte Hermón, hoy conocida como Baniyas. Entre las grutas que había allí, había una roca donde Herodes había construido un templo en honor a Cesar Augusto, un abomino para los judíos que creían que por medio sobrenatural habría sido destruida y tirada a los infiernos. Por lo tanto Jesús, nombrando a las puertas del infierno que no prevalecerán sobre la Iglesia, probablemente se refería a este hecho bien conocido en esa época. Pero también, haciendo una segunda lectura, se puede entender que aquí hay una contraposición entre el reino de Dios y el reino del diablo. Jesús dará las llaves del reino de los cielos a Pedro que ha tenido una revelación de Dios, ahora nada podrá interponerse a la acción de Dios, ni siquiera los infiernos con toda su crueldad y potencia: Dios es superior.

Meditatio:

Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.

Habiendo leído bien el texto, más de una vez, uno se pregunta: ¿Por qué el Señor hace estas preguntas? Ya con los milagros que había cumplido podía haberse revelado directamente a los discípulos. Es más, ya en algunos capítulos atrás lo habían reconocido como Hijo de Dios. Aquí Jesús quiere una toma de posición, un tomar conciencia de quién están siguiendo los discípulos y por qué lo hacen. Por este motivo los va llevando a esta toma de conciencia, primero con una pregunta general, a la que responden a tono: “algunos que Juan el Bautista, otros Elías, otros Jeremías o alguno de los profetas”. Quienes son nombrados son todos profetas, por lo que queda claro que Jesús es reconocido por la gente como uno de ellos. Mateo, respecto a los otros Sinópticos, agrega el nombre de Jeremías, un profeta que ha sufrido para dar testimonio de la verdad, como Jesús. Jesús no contradice la respuesta que dan, implícitamente acepta el apelativo de profeta. Pero no basta para reconocer quién es él verdaderamente.  Ahora les hace la pregunta directa y Pedro responde: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. De los tres Sinópticos, es Mateo que da esta afirmación más completa. Jesús no sólo es profeta, es el Cristo, es decir el Mesías esperado desde siempre por el pueblo judío para que lo salve. Pero no sólo, y aquí está la novedad, Jesús es el Hijo del Dios vivo. La prerrogativa de Dios no podía tenerla ningún ser humano, ni siquiera los profetas o un mesías, aquí Pedro reconoce a Jesús como el que viene de Dios y este Dios está vivo, es decir es el Señor de la vida, el Señor de la historia, si en la tempestad calmada había quedado alguna duda, aquí desaparece. Pedro no habría podido jamás hacer una semejante afirmación sin la asistencia del Espíritu Santo, por eso Jesús le dice que no es por mérito humano (ni la carne ni la sangre), sin que ha tenido una revelación de Dios.

Pero Jesús no se queda aquí, también él da una definición a Pedro en forma paralela: “tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. En el cambio de nombre a Simón, hay una implícita misión sin lugar a dudas. La roca de la gruta dedicada a César podía caer hacia los infiernos, pero no la Iglesia de Jesús, porque está fundada sobre otra roca, un hombre que será testigo de Cristo hasta dar la vida por él. La piedra, que ahora es Pedro, será angular, y será sobre la que se edificará la nueva asamblea de Jesús. Asamblea en griego es ecclesia, de ahí que deriva el término Iglesia en español. Entendiendo la traducción, se puede comprender que la Iglesia de Jesús no es un edificio, aunque se hable de piedra, sino un conjunto de personas reunidas en asamblea y estas serán fundadas en la persona de Pedro, el vicario de Cristo en la tierra. El concepto, si bien tiene una relación con el término hebreo qahal, en realidad este último se usa para referirse al pueblo o asamblea de Dios, la novedad que Jesús aporta, es que él habla de su Iglesia, y así corrobora que es el Hijo de Dios y que el nuevo pueblo será suyo. Es verdad que el Evangelio de Mateo ha sido escrito mucho tiempo después que estos hechos se adverasen, pero es verdad también, que aquí se está dando un mensaje ciertamente eclesial y teológico, que contiene la novedad evangélica. La Iglesia de Jesús no caerá, no obstante se embate en las tormentas terribles, porque está fundada sobre la roca y esta roca pertenece a Dios. Es Dios el Señor de la Iglesia y Pedro, con sus sucesores, deberán dejarse inspirar por Él para atar o desatar, en la tierra, todo lo que concierna la fe o las costumbres.

Reconocer que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo, es acoger su persona, su mensaje y la Iglesia fundada por él en la persona de Pedro. No se puede separar una realidad de la otra. En definitiva el Dios de la vida, que es un  Dios de amor, sostiene a su Iglesia hoy y siempre, hasta que retorne su Hijo en el día final.

Oratio:

La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración…

Señor, Dios vivo,
que en tu Hijo nos has revelado tu rostro
de Padre y de Amor,
asiste siempre a tu Iglesia,
para que sea sacramento de salvación
y cada uno se sienta
partícipe de su vida,
que celebra el misterio de tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Contemplatio:

Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…

Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.

Lectio Divina del Domingo de la Santísima Trinidad – A

junio 10th, 2017 Posted in Lectio Divina del Domingo

Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera…

trinitaLectio:

Leo el Evangelio de este domingo, lo leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra…

En este domingo en que la Iglesia celebra el misterio insondable de la Santísima Trinidad, nuestro único Dios en tres Personas, la liturgia nos ofrece un texto del Evangelio según Juan 3,16-18;  son palabras dichas por Jesús a Nicodemo (un fariseo que fue de noche a encontrarse con el Señor para conocer su doctrina) en un largo discurso revelador.  Teniendo presente estas indicaciones, inicio la lectura de estos tres versículos, e inmediatamente me doy cuenta que en la brevedad de la lectura hay palabras y frases que se repiten: Hijo unigénito, mundo, salvación, condena, creer. Estas sobresalen en este texto y las frases están realizadas con estas palabras. Por lo tanto a Juan interesa mucho que quede claro el mensaje que quiere dar aquí y escribe estos versículos en forma concéntrica.

Iniciemos con la primera frase: “Tanto amó Dios al mundo”: ¿Quién es el Dios del cual se habla? Es el Dios de los Padres, Yahvé, el Dios único que había elegido a este pueblo al que Nicodemo y Jesús pertenecían. El Dios de la historia de la salvación que se había revelado en distintas formas, este Dio tierno, del que ahora Jesús declara que “ha amado el mundo”. El verbo que usa Jesús es agapao es decir, un amor total, altruista, el amor que se dona entero sin esperar nada de los demás. ¡Este es el amor de Dios hacia el mundo! Para hablar de mundo, Juan utiliza la palabra kosmos,  que indica no sólo la humanidad, sino toda la realidad creada, el cosmos por lo tanto. Bien, Dios ha amado, es decir que amaba y ha continuado a amar esta creación suya que se había alejado de Él después del pecado original y, olvidándose casi de Sí mismo, “ha mandado el Hijo unigénito” ¡Entonces Dios no está solo! Tiene su Hijo, el unigénito. Unigénito es también un término griego que indica una realidad de generación única, es decir un hijo único, pero en forma absoluta: este Hijo es el único que ha generado en Padre. Unigénito aparece también al inicio del Evangelio, en el llamado prólogo, cuando se declara que el Verbo era al principio junto a Dios y el Verbo era Dios y que este Hijo unigénito es el único que ha visto al Padre (cfr. Jn 1,1.18).

Por lo tanto, es justo este Hijo único, amado que viene enviado, es decir se ha encarnado (Jn 1,14) “para que todo el que crea en él no se pierda”. Aquí cambia la situación: Dios ama al mundo, pero en el mundo es necesario que se crea en el Hijo unigénito, para que no se pierda. ¿Qué quiere decir esto? El término todo el que indica todos aquellos que se abren a la fe en el Hijo de Dios, el Verbo Encarnado, porque en el prólogo  (Jn 1,11-12) se decía que él había venido al mundo, a los suyos, pero los suyos no lo han acogido, “a los que lo han acogido ha dado el poder de convertirse en hijos de Dios”. Aquí  Juan quiere decir que no basta que Dios mande a su Hijo en el mundo, este debe ser acogido como tal, es decir debe ser creído y adorado como Hijo de Dios para que la salvación llegue a la persona. Esta salvación está expresada en forma negativa, es decir “que no se pierda”, ciertamente el pensamiento del evangelista  se refiere al hecho que la vida es salvación. Quien no tiene la vida, se pierde, la perdición es estar lejos de Dios, del amor de Dios y esto no depende de Dios sino de la libertad del hombre que elige creer o no. Aquí la fe es, en el sentido joánico, un adherir completamente, con todo el ser, a la persona de Cristo; de hecho es por este motivo que Juan escribe  su Evangelio (20,31: “Estas cosas han sido escritas para que crean que Jesús es el Hijo de Dos, y para que creyendo, tengan la vida en su nombre”).

“Quien no cree ha sido ya condenado”, dice Jesús, la condena es no poder participar a la vida de los hijos de Dios, aquella que se transmite a través del Hijo y el Espíritu Santo que hace convertirse en hijos adoptivos, como dirá Pablo en las cartas a los Gálatas (4,5-6) y Romanos (8,15-17).

Meditatio:

Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.

Después de la extensa lectio, un poco empeñada hoy, en la meditación nos detenemos solo a lo esencial para poder pasar a la contemplación del Misterio del Dios Uno y Trino, que obra siempre porque nos ama tanto que quiere que tengamos la vida en Él.

Decía un sabio profesor – hoy miembro de la Comisión Teológica Internacional – que el sentido del hombre es llegar a ser hijos de Dios. ¡Es exactamente así! el verdadero sentido de la existencia humana es reconocerse y llegar a ser siempre más hijos en el Hijo, por medio del Espíritu Santo que grita en nosotros Abbá – Padre. La meditación del evangelio propuesto para este domingo nos lleva justo a esta conclusión: quien cree en el Hijo unigénito se convierte también él en hijo gracias al Espíritu Santo, porque el Padre ha amado tanto al mundo que no ha tenido para sí ni siquiera a su Hijo unigénito, sino que lo ha dado no para la condena, sino para que tengamos la vida eterna a través de la fe en Él.

Oratio:

La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración…

Te Cantamos, Señor de la vida:
tu Nombre es grande en la tierra
todo habla de Ti y canta tu Gloria
grande eres Tú y haces maravillas
Tú eres Dios

Te Cantamos, Señor Jesucristo
Hijo de Dios, venido a la tierra,
hecho hombre por nosotros en el seno de María.
Dulce Jesús, resucitado de la muerte
estás con nosotros.

Te Cantamos, amor sin fin:
Tú que eres Dios, el Espíritu del Padre
vives dentro de nosotros y guías nuestros pasos.
Enciende en nosotros el fuego de la eterna caridad.
(de Liturgia e Sacra)

Contemplatio:

Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…

Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.

Lectio Divina del Domingo de Pentecostés – A

junio 3rd, 2017 Posted in Lectio Divina del Domingo

Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera…

ssLectio:

Leo la primera lectura de este domingo, la leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra…

Hoy, domingo de Pentecostés, hago la lectio de Hch 2,1-11 (quien deseara hacer la lectio sobre el evangelio, puede leer la reflexión del segundo domingo de pascua, que está en este mismo espacio). Ya desde una primera lectura, advierto che hay algunos datos que me ayudan a situar la escena, se habla de tiempo y de espacio, estamos en el momento en que se cumplía la pentecostés, por lo tanto, durante la mañana de aquella fiesta, que caía 50 días después de la pascua judía. En Jerusalén, como aún hoy, se reunían judíos de todas partes, también prosélitos, temerosos, y todos los que adherían a la fe de los Padres y que hacían el memorial de la entrega de la Ley a Moisés en el monte Sinaí. Se precisa el momento y también el espacio, es “el mismo lugar”, obviamente uno se pregunta qué lugar Lucas tiene en mente, debemos tener presente lo que se dice en el capítulo primero y en los evangelios Sinópticos, es decir que se encontraban en el piso superior donde el Señor había celebrado la última cena (cenáculo) y donde había aparecido el día de la Pascua resucitado, dando la paz a los discípulos (el evangelio de este domingo). Aquel lugar, el cenáculo, es muy querido para los discípulos y es clave pues allí se cumplen advenimientos sumamente importantes para los inicios de la Iglesia fundada por Cristo.

Si continúo a leer, aparecen los personajes, pero aquí se habla en forma general: son “todos”, también aquí debo ir a leer el primer capítulo donde me dirá que eran los once (Judas, el traidor no está más), otros discípulos y María la Madre de Jesús.

Es interesante notar la cantidad de veces que aparece el adjetivo y el pronombre cuantitativo y globalizante “todo/todos”: todos juntos, toda la casa, todos fueron llenos de Espíritu Santo, todos ellos… esto está indicando la presencia totalizante del Espíritu Santo sobre los apóstoles y todos los discípulos reunidos en ese lugar; ninguno ha quedado sin el don del Espíritu, cada uno puede hablar lenguas, cada uno tiene el coraje de anunciar, porque tienen la plenitud del Espíritu.

Por otra parte, se nota la idea de globalización también al nombrar la proveniencia de aquellos que escuchan el anuncio. Son de todas partes, es más, Lucas dice que vienen “de toda las naciones que hay bajo el cielo”. Estas expresiones nos indican también que la gracia del Espíritu se abre hacia todos los habitantes del mundo, y todos serán en grado de entender este don.

Meditatio:

Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.

Hemos dicho que el lugar, el cenáculo, es descripto bien. ¿Ahora, para nosotros, qué significa que se precise tanto este puesto en el que viene el don del Espíritu Santo? Si tenemos  presente que en ese lugar han ocurrido tantos acontecimientos llenos de gracia y de misterio, nos damos cuenta que aquí está por pasar algo que es igualmente importante, pero no sólo, nos dice que también este es el lugar elegido por Dios, especialmente para sus manifestaciones y sus discípulos allí se sienten protegidos con María la Madre de Jesús.

Dios que camina en la historia y con la historia, no deja nada al azar, de hecho, como su Hijo unigénito es el verdadero cordero inmolado en la nueva y definitiva pascua de resurrección, así también el Espíritu Santo es el verdadero y máximo don de Dios para caminar en la vida nueva, no hay más Ley sino que es el Espíritu que hace caminar a los discípulos según sus consejos, en la libertad de hijos y en la verdad que se nos revela completamente. Por eso providencialmente este Don del cielo es dado el día de Pentecostés.

Nuestros personajes nos infunden esperanza: encontramos gente proveniente de cada rincón de la tierra conocida por entonces, ellos representan a todos los pueblos que, en los siglos que vendrán, se abrirán a la salvación. Estamos también nosotros representados en ellos y en los discípulos: ellos son quienes han seguido al Señor y vigilaban con María su Madre. En ellos estamos nosotros, la salvación está abierta a todos y hoy todavía recibimos la plenitud del Espíritu.

El estupor que acompaña lo que ocurre es la emoción que despierta la novedad, el misterio. Las grandes obras de Dios que se cumplen en Pentecostés despiertan este sentido de maravilla colectiva que genera alegría, admiración y hasta turbación, al punto de preguntarse unos a otros: ¿cómo es posible que suceda un hecho, lógicamente imposible, es decir, que cada uno entienda el mensaje de la salvación a pesar que provengan de distintas tierras? De nuevo estamos ante la acción del Espíritu Santo que une también para entenderse. Con Él se destruye la torre de Babel para siempre, mientras en Babel los habitantes se han dividido porque no se entendían, ahora en el cenáculo, se unen porque todos entienden las obras de Dios, no hay nada más importante, ni relevante de esto. Ya el culmen de la historia se ha cumplido, con la venida del Hijo y el don del Espíritu Santo la humanidad podrá caminar perseverante y unánime en la oración, con María la Madre de Jesús, y en la apertura siempre dócil a la acción del Espíritu Santo.

Oratio:

La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración…

Oh intensa Luz de mi Dios,
ven a ayudarme:
enséñame a hablar,
ayúdame a callar,
dirígeme en mi caminar,
hazme descansar junto a Ti,
para que toda palabra dicha o callada,
todo paso hecho o no hecho,
todo esté concorde a la perfecta voluntad de Dios.
Todos tus rayos ardientes,
oh divina Luz,
me den el equilibrio de los santos.
(de la Espiritualidad del Movimiento Carismático de Asís)

Contemplatio:

Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…

Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.