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Domingo de Resurrección – A –

abril 16th, 2017 Posted in Lectio Divina del Domingo

Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera…
descargaLectio:
Leo el Evangelio de este domingo, lo leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra
El Evangelio que la Liturgia nos ofrece hoy es Jn 20,1-9, llamado también “del sepulcro vacío”. Tomo esta Palabra bellísima y la leo con atención, hago una segunda lectura. Eh aquí que hay tres personajes que resaltan: María Magdalena, Pedro y el discípulo amado.
De los tres se dice que corren y que vieron, pero… ¡con distinta intensidad! De hecho, la distancia que hay desde el jardín donde había sido sepultado el Señor hasta el cenáculo, donde con mucha probabilidad estaban los discípulos, es un poco extensa, entonces no es tan natural que ellos corran,… y lo hacen los tres. Me doy cuenta por ello, que es un mensaje del evangelista que quiere indicar el movimiento, el impulso para buscar al Señor, el apuro para encontrarlo. Pero sólo el discípulo amado corre más veloz… como si se dijera que es el amor que empuja al movimiento, y él tenía una relación realmente íntima con el Señor, era amado y amaba al Señor con todo su corazón.
Se repiten los verbos del ver, he dicho antes que los tres discípulos ven, pero no de igual manera y el evangelista subraya esto usando verbos distintos que nosotros no podemos captar bien por la traducción. Para María se usa el verbo blepo, que indica un ver físico, simplemente ver, sin concentrarse demasiado, sin interiorizar. Para Pedro se utiliza el verbo theorein que indica un observar, ver con atención y escrutar con la mente cada cosa. Para el discípulo amado se usa el verbo blepo cuando llega al sepulcro y queda fuera, pero luego, cuando entra se usa otro verbo: orao, que quiere decir mirar, contemplar, ver con el corazón, la mente y todo el ser.
Por último, están los “signos” que hablan por sí solos. El sepulcro está vacío, no está el cuerpo del Señor que había sido depuesto allí. La piedra ha sido sacada… las vendas están posadas allí y el sudario está enrollado y se encuentra en otro lugar. El sepulcro me indica que no hay ningún muerto… la piedra, que algo misterioso y grande ha sucedido, porque era muy pesada para correrse sola o por una sola persona. Las vendas y el sudario, me indican luego que el cuerpo no ha sido robado, pues se encuentran ordenados, ¡ningún ladrón deja las cosas ordenadas y mucho mensos las vendas que han envuelto un cadáver!
Meditatio:
Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.
Este domingo, como he podido comprender en la lectio, la Palabra es riquísima y llena de mensajes, no hay sólo un sentido o un mensaje. Tratemos de captar algunos más importantes:

Este evangelio nos habla de “discípulos”, son aquellos que han seguido al Señor de cerca durante todo su ministerio público. Ellos se movilizaron ante la posible pérdida del cuerpo de su Maestro, perder a Jesús completamente es demasiado para ellos, necesitan aferrarse a algo, almeno a un cuerpo muerto, pero Dios quiere que den un paso más, Juan nos lo muestra con la veloz corrida del discípulo amado. Cuando amo, me movilizo más, no tengo tiempo que perder, busco, quiero ver… mirar… contemplar.
En los verbos del ver hay un progreso muy marcado, la fe requiere este camino, ellos no ven de la misma manera porque su persona es distinta, tiene una historia distinta con el Señor y su personalidad se muestra con una fe que también tiene distintos grados: María ama, cree, pero está demasiado paralizada a la relación humana, de hecho más adelante el Señor le dirá de no retenerlo. Pedro cree, pero en el momento de la prueba ha sido débil, ahora quiere darse cuenta bien qué cosa está sucediendo, no quiere ser más impulsivo como siempre, quiere observar, comprender. El discípulo amado, mira, y al mirar lo hace con el corazón por eso se abre a la fe. Pero, ¿qué es lo que cree? El texto queda en silencio, el discípulo ideal, aquel que es modelo para nosotros, cree que el cuerpo no ha sido robado, ve los signos y estos le hablan, no es todavía una fe plena, de hecho se dirá en el v. 10 que los discípulos se volvieron a casa, es decir como si no hubieran entendido nada. El discípulo cree que ha sucedido algo de extraordinario, pero no logra captar el sentido profundo, no se ha encontrado todavía con el Señor resucitado, no ha recibido el Espíritu y por lo tanto su fe todavía debe crecer.
¿Cuál de los discípulos soy yo? ¿Cómo me movilizo para buscar al Señor? ¿Cómo miro los signos que se me presentan en la vida: personas, circunstancias, etc.? ¿Qué me está diciendo esta Palabra a mí, ahora?
Oratio:
La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración

      ¡Te alabo, Señor de la vida!
      Porque realmente te revelas a los pequeños y a los simples
      y quieres que yo me abra a tu manifestación.
      Dame ojos atentos, abiertos, dóciles
      para ver y mirar lo que tú me quieres mostrar,
      para captar tu mensaje que me transforma y renueva
    a partir de tu Resurrección. Amén

Contemplatio:
Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…
Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.

One Response to “Domingo de Resurrección – A –”

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