Mes en honor del Sagrado Corazón de Jesús
Undécimo día:
“El Sagrado Corazón de Jesús dona su Corazón a Madre Carmela”
En un arrebato de amor total, Madre Carmela Prestigiacomo relata a su confesor una experiencia espiritual muy fuerte:
Yo me siento toda renovada en el espíritu, siento de ser totalmente de Jesús, de vivir sólo para Él y con Él; sólo su amor reina en mis sentimientos, sólo su honor, su gloria es mi interés. Cuando me daba este nuevo corazón el amable Jesús me decía así: “Te doy un corazón similar al mío, es más, mi mismo corazón; con este corazón tú me amarás, con este corazón tú vivirás una vida de amor; te he elegido como compañera de mis dolores, de ahora en adelante te asociaré a mis penas, a mis angustias, a mis tristezas que continuamente sufro en el Sacramento de mi Amor, donde soy por la mayor parte de los hombres olvidado, ultrajado, despreciado. Compartiré contigo todas estas penas mías y tú aliviarás con tu amor mi desolado Corazón y repararás lo que no reconocen los demás”. (Escritos de la Fundadora, Vol. III, págs. 48-49)
Tratemos de entender juntos el sentido de estas palabras:
- Madre Carmela inicia declarando su estado espiritual y psicológico: ella vive sólo para Jesús y con Jesús, su gloria es su único interés; es decir que ha llegado a olvidarse de sí misma para dar espacio sólo a Dios. Esto nos hace recordar lo que decía San Pablo: “no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí”.
- El estado en que vive la Sierva de Dios es posible gracias a que el Señor le ha donado un nuevo corazón, es más, su mismo corazón, aquí está la grandeza de Dios que se baja hasta las creaturas y nos transforma en él.
- La unión de los corazones llevará a Madre Carmela a ser compañera también en el sufrimiento, no porque Jesucristo pueda sufrir todavía, sino que, en el sentido paulino, ella completa en su cuerpo lo que falta de los sufrimientos de Cristo, por los pecados de los hombres, sobre todo en el Sacramento de la Eucaristía.
Hoy pediré al Señor de darme un corazón similar al suyo, para no vivir más para nosotros mismos, sino sólo para Él y así tener el coraje de estar pronto para reparar todas las ofensas que sufre, especialmente en el Sacramento del Amor.