Cuarto Domingo de Pascua – A –
Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera…
Leo el Evangelio de este domingo, lo leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra…
Estamos invitados hoy a detenernos en el Evangelio de Jn 10,1-9, bien conocido como el Evangelio del Buen Pastor que, en realidad, continúa en los versículos sucesivos a los que la Liturgia dominical nos propone.
Apenas hacemos la primera lectura del texto, notamos que es de tipo discurso, es decir que Jesús habla, no hay narraciones o diálogos, sino que un cronista hace una pequeña señalación y luego continúa a hablar Jesús. En esta lectura advertimos también, que la similitud usada por Él pertenece al ambiente pastoril, tal vez poco conocido en nuestros días, pero de lo que Jesús describe, se nota que lo conoce muy bien al punto que también nosotros logramos comprender bien las costumbres de este oficio, aunque no hubiéramos estado nunca con un redil.
Una cosa llama la atención mientras leo: Jesús no sólo dice que es el buen Pastor, sino también que es la puerta, y esto desconcierta un poco. ¿Es posible que Él sea las dos cosas? ¿Qué sentido tienen sus palabras? Pues Él inicia diciendo también, que es el buen Pastor, luego que es la puerta y termina repitiendo que es el pastor que ha venido para que tengamos vida.
Jesús aquí habla de ladrones, briganes y lo repite tres veces, por lo tanto también estas frases tienen su peso. Para entender mejor, tenemos que leer las explicaciones que el mismo Jesús da: ellos suben de otra parte, las ovejas no los reconocen y por eso no los siguen, es más escapan de ellos y se trata de quienes han venido antes de Jesús haciéndose pasar por el mesías esperado y roban, destruyen y matan.
Por último, encontramos que el Pastor, como la puerta, tienen una íntima relación, espontánea con las ovejas: el primero las llama por su nombre, las conoce y sabe cuántas son, de hecho empuja hasta la última en el redil. Con respecto a la puerta, las ovejas entran y salen libremente, encuentran buena comida y sobre todo se salvarán. En todo este contexto, la última frase de Jesús es realmente iluminadora: ¡Él ha venido para que tengamos vida, y la tengamos abundantemente!
Meditatio:
Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.
Después de estas reflexiones procedamos con nuestra meditación, tratando de captar el sentido y, con este evangelio se nos presenta bastante claro luego de la lectio que hemos hecho.
Partamos del inciso que hace el evangelista: ellos no comprendieron lo que les quería decir. ¡Aquí se está dirigiendo a nosotros! Y lo hace porque sabe que tampoco nosotros entenderemos fácilmente cómo Jesús pueda ser puerta y pastor al mismo tiempo, y por eso nos dice de prestar atención ya que la similitud está enviando a otro nivel, al mensaje más profundo.
Entendiendo esto, inmediatamente nos vienen a la mente la relación que Jesús pastor y puerta tiene con las ovejas, y recordamos que concluye esta perícopa diciendo que él ha venido para que tengamos vida en abundancia. Aquí el Señor quiere que su grey, la Iglesia fundada por Él, todos sus discípulos que conoce bien, hasta por su nombre, aprendan a seguirlo, a tener una confianza tal y una libertad que puedan ir y venir, alimentarse de su Palabra y Eucaristía, porque el pasto es abundante, dado que se salvarán estando con Jesús, único mediador entre el Padre y nosotros, por eso mismo es la puerta.
Pero Jesús sabe bien que rondan alrededor de las ovejas los asaltantes y los ladrones, es decir los falsos pastores que en nombre de Cristo tratarán de desviar a los discípulos de la verdad, pues ellos destruyen, roban y matan sólo pensando en el provecho proprio.
¡Cómo es actual este Evangelio! Realmente si el Señor camina con nosotros, delante de nosotros, mostrándonos el Camino que es Él mismo, si Él nos llama y escuchamos su voz y lo seguimos, si nos alimentamos de su Cuerpo y de su Palabra que es Verdad, entonces sí que tenderemos la vida, pues él es la Vida. Pero hoy también existe el peligro, y diría que más que nunca, que yo siga otras voces, otros pseudo pastores que me prometen una vida fácil, palabras aparentemente persuasivas pero que no sólo no contienen la verdad, sino que destruyen, roban y matan la propia identidad, quitan la vida verdadera …
¿Cómo es mi relación con Jesús hoy? ¿Sigo las modas actuales con métodos de oración, gurú, que me prometen resolver fácilmente mis problemas, enfermedades, etc.?
Hoy es la jornada de oración por las vocaciones, por todos aquellos que el Señor llama por su nombre y los invita a seguirlo más de cerca, para ser también él o ella un anunciador de la vida verdadera. ¿Estoy dispuesto/a a dejarme interpelar por él? ¿Me libero para poder captar su voz entre las miles de voces que me circundan? Yo no soy una oveja (esa es sólo una similitud), tengo mi responsabilidad para elegir y responder: ¿lo haré?
Oratio:
La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración…
De la Liturgia de hoy:
Dios todopoderoso y eterno,
condúcenos hacia los gozos celestiales,
para que tu rebaño, a pesar de su debilidad,
llegue a la gloria que le alcanzó
la fortaleza de Jesucristo, su pastor.
O bien el Sal 23:
El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
Él me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo
Contemplatio:
Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…
Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.
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