3º Día: Signo y causa de nuestra alegría
G/. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
T/. Amén
Canto inicial
Oración inicial
Oh Virgen Santísima, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia, con alegría nos unimos a tu canto de amor agradecido.
Contigo damos gracias a Dios, “cuya misericordia se extiende de generación en generación”.
Tú que has sido, con humildad y magnanimidad, «la esclava del Señor», danos tu misma disponibilidad para el servicio de Dios y para la salvación del mundo. Abre nuestros corazones a las inmensas perspectivas del reino de Dios y del anuncio del evangelio a toda criatura.
En tu corazón de Madre están siempre presentes los muchos peligros y los muchos males que aplastan a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Pero también están presentes tantas iniciativas de bien, las grandes aspiraciones a los valores, los progresos realizados en el producir frutos abundantes de salvación.
Virgen valiente, inspira en nosotros fortaleza de ánimo y confianza en Dios, para que sepamos superar todos los obstáculos que encontremos en el cumplimiento de nuestra misión. Enséñanos a tratar las realidades del mundo con vivo sentido de responsabilidad cristiana, en la alegre esperanza de la venida del reino de Dios, de los cielos nuevos y de la tierra nueva. Amén[1].
G/. Dichosa, tú oh María, que has creído:
T/. en ti se cumple la Palabra del Señor.
1º Lect.: Del Evangelio según San Lucas (Lc 1,39-55)
39 En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. 40 Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, 42 exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! 43 ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? 44 Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. 45 Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».
46 María dijo entonces:
«Mi alma canta la grandeza del Señor,
47 y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
48 porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
49 porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
50 Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.
51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
52 Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
53 Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
54 Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
55 como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».
56 María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Pausa de reflexión
Responsorio breve
G/. Dichosa que has creído, en ti se cumplirán las palabras del Señor
T/. Dichosa que has creído, en ti se cumplirán las palabras del Señor
G/. He aquí la esclava del Señor
T/. en ti se cumplirán las palabras del Señor
G/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
T/. Dichosa que has creído, en ti se cumplirán las palabras del Señor
2º Lect.: De los Escritos de Madre Carmela
“… en la Santa Comunión Jesús se presentó a mí… me mostró nuestra suave y dulcísima Madre María…, hermosa como aurora divina, que venía a disipar las densas tinieblas en las que yacía la humanidad…, grande de una grandeza sin par porque Aquel que es potente, la hizo grande, plena y repleta de gracia hasta superar a todos los ángeles y todos los santos juntos. Ante un espectáculo tan grande y divino mi espíritu exultaba, gozaba, se deleitaba en Dios dando profunda adoración, alabanza, honor, gloria y continuas acciones de gracias a la Altísima Trinidad, por todos los dones, favores y privilegios concedidos a esta Excelsa Criatura” [2]
Pausa de reflexión
G/: Oremos
Dios omnipotente y eterno, que en tu designio de amor has inspirado a la bienaventurada Virgen María, que llevaba en su seno a tu Hijo a visitar a Santa Isabel, concédenos ser dóciles a la acción de tu Espíritu, para magnificar con María tu nombre santo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
[1] San Juan Pablo II
[2] Idem, pág 276,