Lectio Divina del Evangelio del VI Domingo de Pascua – A
Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera…
Lectio:
Leo el Evangelio de este domingo, lo leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra…
En este VI Domingo de Pascua, último antes de la Ascensión del Señor, el evangelio de Juan nos sigue acompañando con un texto que continúa lo relatado el domingo pasado y quiere animarnos a nosotros discípulos en nuestro camino en este mundo. Leyendo el texto llama la atención cómo el Señor inicia hablando a sus discípulos con un condicional: “si”, si quiere decir una senda abierta hacia lo que elija la propia libertad. Si me aman, dice el Señor, es decir, si quieren amarme, en el momento que se decidan a amarme entonces expresarán este amor poniendo en práctica mis mandamientos. Uno se pregunta cuáles mandamientos Él considera “sus” mandamientos. Ciertamente vuelve el texto evangélico que portan los evangelios Sinópticos, sobre el mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo; en Juan Jesús lo dirá en el capítulo sucesivo. Por lo tanto si se ama a Jesús se ama a Dios y se ama al hermano y esta idea se encuentra inclusiva en el evangelio de este domingo, porque esta frase aparece también al final.
El Señor continúa revelando algo muy importante: Jesús Hijo, rezará al Padre para que dé otro Consolador, es decir el Espíritu Santo. Hay aquí una alusión a la realidad divina en su misterio de Trinidad Santísima. Es Jesús que reza al Padre como Sumo Sacerdote, y el Padre dará otro Consolador, porque Jesús es también un Consolador, príncipe de la paz. Y este Consolador quedará con los discípulos todos los días hasta siempre.
Jesús declara que el mundo no conoce ni puede conocer al Consolador, ¿pero, por qué? Porque quien no recibe a Jesús no puede conocer profundamente a Dios.
Luego viene el núcleo de este evangelio: no los dejaré huérfanos… porque yo vivo y ustedes vivirán. Si dice que no nos dejará solos, quiere decir que hay una inminente partida, recordamos que está haciendo aquí su discurso de adiós, por lo tanto, quiere tranquilizar a sus discípulos que se sienten descarriados. Yo vivo, ustedes vivirán, la vida de los discípulos depende de la vida de Jesús. Pero, ¿a qué vida se refería, dado que habla en presente, y se acercan la pasión y la muerte? Hago atención a este particular y lo dejo para profundizarlo mejor durante la meditación.
Dos veces se nombra al mundo, sabemos que en el lenguaje joánico significa la realidad que no se ha abierto a Dios, ni a quien el Padre ha enviado, el Verbo Encarnado. En el hablar del mundo, Jesús, agrega algunas declaraciones negativas: el mundo no lo puede recibir, no lo ve, no lo conoce y no lo verá. Es decir el mundo está tan cerrado que ya no hay posibilidad de acercamiento divino, por eso Jesús dice que no se puede recibir al Consolador. Aquí el retorno al condicional: si se ama a Jesús se pide apertura, si no hacemos parte del mundo y no de la familia de Dios. El fruto del amor, luego, es la manifestación de Jesús.
Meditatio:
Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.
Todo el sentido de este relato, está en el núcleo del mismo: Jesús vive y nosotros viviremos, porque si lo amamos, amamos a Dios y amamos a los demás. Su vida es la manifestación de su consolación a través del Espíritu Santo.
Jesús se dirige a los discípulos, discípulo quiere decir aquel que sigue, es decir que todos nosotros somos discípulos de Jesús, por lo tanto la invitación a amarlo es para todos nosotros, somos libres de hacerlo o no, pero si lo haremos, no sólo que él se manifestará a nosotros, es decir estará con nosotros, sino que nos dará la asistencia siempre presente y amorosa del Espíritu Santo, el otro Consolador.
Detengámonos ahora en el centro de hoy: Dice Jesús que no nos dejará huérfanos, ustedes me verán porque yo vivo y ustedes vivirán. Son palabras de un amor y ternuras propias de un Dios hecho hombre. Él está por partir, sabe que en breve le espera la muerte cruenta, pero piensa a los suyos, quiere animarlos y animar a los que vendrán después. Recordemos que Juan escribe su evangelio muchos años después de estos eventos, por lo tanto en perspectiva hacia atrás. Jesús ya ha muerto, pero ha resucitado, está vivo para siempre, su vida la vive en el Padre y el Espíritu Santo y como hombre no muere más. Gracias al hecho que él ha vencido la muerte la vida la vive en el Padre y el Espíritu Santo y como hombre no muere más. Gracias al hecho que él ha vencido la muerte, puede dar la vida a los suyos, a todos los que lo aman y cumplen sus mandamientos. Aquel mandamiento que simplemente se refiere al amor, todo retorna allí porque Dios es amor, y la manifestación de Dios es justamente el amor que debe permanecer como consolación hasta el fin de los tiempos. En aquel día sabrán que él está en el Padre y el Padre está en Él, es decir en la comunión perfecta en el amor, la eterna bienaventuranza que gozarán todos aquellos que elegirán la senda del amor. Esta palabra tan usada, pero que significa dar la vida como Él la ha dado. Entregarse libremente para que otros vivan, condescender para que haya paz y armonía ya desde ahora en el mundo. Este mundo que no puede conocer a Dios si no se abre a Jesucristo, único salvador de la humanidad hoy y siempre.
Oratio:
La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración…
Señor Jesús, nuestro Consolador,
tenemos necesidad de tu consolación y de tu vida
tú continuas a dárnoslas a través del Espíritu Santo,
el otro Consolador que tú nos has donado.
Abre nuestro corazón y nuestra mente
a la acción del Padre y del Espíritu Santo,
para que gocemos de la vida verdadera,
y tú continúes a manifestarte a nosotros en el amor. Amén
Contemplatio:
Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…
Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.
Quinto Domingo de Pascua – A –
Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera…
Lectio:
Leo el Evangelio de este domingo, lo leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra…
Hoy estoy invitado/a a rezar con el Evangelio de Jn 14,1-12, un texto exquisito por su ternura, su valor teológico y su fuerza reveladora. Pero gustemos el texto paso a paso, por lo tanto, lo leo atentamente como si no lo hubiera leído nunca. Ya en una primera lectura he percibido algunas pautas, pero sin correr, leo una vez más la Palabra, esta vez prestando atención a los personajes: Jesús se encuentra con sus discípulos, de la manera en que habla seguramente era el grupo más estrecho de ellos, pero son dos los que resaltan porque intervienen en el diálogo con Jesús: Tomás, que ya hemos conocido en el relato del segundo domingo de pascua y Felipe. Lo que dicen los dos deja entrever un tipo de relación fraterna con el Señor, pero también la dificultad del momento, sus preguntas evidencian que no están entendiendo nada o casi nada de los que Jesús les dice. De hecho a Felipe casi le llama la atención por no haber sido capaz de captar lo evidente después de tanto tiempo de estar con Él.
¡Tenemos que acoger las palabras de Jesús en cada una de sus frases! En ellas hay una revelación que el evangelista ha puesto aquí componiendo este diálogo, durante el llamado “discurso de adiós” de Jesús, antes de su pasión. Jesús inicia diciendo: “No se turbe su corazón”, estas palabras demuestran preocupación y conocimiento profundo del Señor en relación con sus discípulos. Se habla de un estado de ánimo particular, el verbo griego es paràsso, que en otras ocasiones lo ha usado Jesús con sus discípulos cuando han sido protagonistas de un prodigio y ellos han quedado consternados (Mc 6,50; Lc 24,38,) o para sí mismo (Jn 11,33). Pero el texto que nos puede ayudar a entender mejor la intensidad de este verbo está algunos versículos antes de nuestro relato, cuando Jesús se conmueve y se turba durante la última cena al declarar que Judas lo habría traicionado. El hombre Jesús conoce bien este estado de ánimo, y sabe que va acompañado por el involucrarse de emociones muy fuertes, por eso ahora quiere hablar “claramente” con los suyos, aunque parece que ellos no logran entender bien lo que está sucediendo.
Inmediatamente después, Jesús pide a sus discípulos de tener fe no sólo en el Padre, sino también en Él, esto es realmente un escándalo. Me detengo en estas palabras: la fe se tiene en Dios no en los hombres, al máximo se puede tener confianza, pero no fe. Aquí hay una conciencia clara de la naturaleza divina que él tiene y que quiere que los discípulos la capten. Si ellos entendieran esto, comprenderían mejor cuando Jesús hablará luego de sus auto revelaciones: Yo – dice – soy el Camino, la Verdad y la Vida, pero no sólo, dice también que quien ha visto a él ha visto al Padre.
El Señor habla además de una partida inminente y que preparará moradas para ellos, asegurando que lo hará y que los discípulos saben cómo llegar. Esto da pie a Tomás para preguntar sobre el camino. Habla de moradas, de un lugar adonde irá y luego volverá y el lenguaje parece oscuro, pero Jesús ya ha dicho a ellos en Jn 8,12 que quien lo sigue tendrá la luz de la vida. Aquí estamos ante la misma afirmación, pero ellos parece que no lo recuerdan…
En fin, están de nuevo ante el pedido de Jesús de creer en él, si lo dice al inicio y al final, incluyendo todo lo que ha sido dicho antes, nos da nuevamente la clave para comprender su mensaje que está al interno de todo el texto leído.
Meditatio:
Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.
Una perícopa tan bella como densa podría sintetizarse simplemente en esto: Jesús y el Padre son uno solo, si creo en Él podré morar con Dios al momento oportuno, porque Él es la vida, su Palabra me ilumina durante el camino que es Él mismo. Pero vamos por parte.
Hemos dicho ya que el Señor se interesa por el estado de ánimo de los suyos y que los conoce bien, recordemos que en el cuarto domingo hemos leído que Él llama a todos por su nombre, sabe cómo estamos hechos y por ello quiere prevenir antes de su partida. Este texto se nos ofrece dos domingos antes de la Ascensión y no es un caso. Él habla de las moradas que hay en la casa de su Padre y que preparará personalmente para los discípulos, luego vendrá a buscarlos. Estas moradas no son otra cosa que la intensidad de acercamiento, por decirlo de una manera, entre Dios y los fieles cuando cumplen su camino en la tierra, es el permanecer en Dios para siempre, pero no es igual para todos, ¿de qué depende? De la fe en Jesucristo y del grado de semejanza con él, así como quien lo ve puede mirar al Padre, quien ve al discípulo tendría que entrever al Maestro porque se asemeja a Él. Esta semejanza luego, está basada en el amor, de hecho, más adelante en el capítulo 15, Jesús repetirá este argumento acentuando la relación de amor que debe haber con Él y entre los discípulos.
A Pilatos Jesús había declarado que había venido para dar testimonio de la verdad, y aquel hombre rudo le preguntó sin esperar respuesta qué es la verdad. La verdad no es una reflexión filosófica, o un punto de vista, la verdad es Dios mismo, porque es el único que realmente es, tiene un sentido pleno y completo en Sí mismo; por eso Jesús es Verdad, porque él y el Padre son una sola cosa, y su verdad ilumina a todo hombre, es decir su misma persona, sus palabras, gestos, enseñanzas… Justo por este motivo pide de creer por lo menos en sus obras, porque ellas lo revelan en su esencia, y también por este motivo él es Camino, es decir la misma senda que se debe seguir: como él es, así estamos llamados a ser nosotros también. Siguiendo sus huellas no podremos tropezar, sino que caminaremos en la luz que, como hemos dicho, es Él mismo
La relación es clara: el Padre – Jesús, Jesús – nosotros. No hay otro mediador entre Dios y nosotros, pero debemos tener fe en Él, una fe que sabe captar aun lo que no entendemos con el intelecto, los discípulos eran incapaces de entender esto y nosotros somos tentados a obrar de la misma manera. La fe en Jesús es la clave de este Evangelio, y es también la clave que prepara para morar en Él sea en el día a día, sea en la plenitud de los tiempos. La fe es un don, pero soy yo que la hace crecer o morir. ¿Estoy dispuesto/a a lanzarme en esta aventura que es la vida verdadera?
Oratio:
La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración…
Oh Dios, Padre mío,
hoy me has hecho entender una vez más
cuánto me amas y cuánto interés tienes por mí.
No dejes que el tiempo o el cansancio
me hagan distraer de tus cosas.
Que me aferre siempre a tu Hijo,
que es Camino, Verdad y Vida
y es el único que me puede llevar a estar contigo,
hoy y en la eternidad. Amen
Contemplatio:
Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…
Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.
Cuarto Domingo de Pascua – A –
Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera…
Leo el Evangelio de este domingo, lo leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra…
Estamos invitados hoy a detenernos en el Evangelio de Jn 10,1-9, bien conocido como el Evangelio del Buen Pastor que, en realidad, continúa en los versículos sucesivos a los que la Liturgia dominical nos propone.
Apenas hacemos la primera lectura del texto, notamos que es de tipo discurso, es decir que Jesús habla, no hay narraciones o diálogos, sino que un cronista hace una pequeña señalación y luego continúa a hablar Jesús. En esta lectura advertimos también, que la similitud usada por Él pertenece al ambiente pastoril, tal vez poco conocido en nuestros días, pero de lo que Jesús describe, se nota que lo conoce muy bien al punto que también nosotros logramos comprender bien las costumbres de este oficio, aunque no hubiéramos estado nunca con un redil.
Una cosa llama la atención mientras leo: Jesús no sólo dice que es el buen Pastor, sino también que es la puerta, y esto desconcierta un poco. ¿Es posible que Él sea las dos cosas? ¿Qué sentido tienen sus palabras? Pues Él inicia diciendo también, que es el buen Pastor, luego que es la puerta y termina repitiendo que es el pastor que ha venido para que tengamos vida.
Jesús aquí habla de ladrones, briganes y lo repite tres veces, por lo tanto también estas frases tienen su peso. Para entender mejor, tenemos que leer las explicaciones que el mismo Jesús da: ellos suben de otra parte, las ovejas no los reconocen y por eso no los siguen, es más escapan de ellos y se trata de quienes han venido antes de Jesús haciéndose pasar por el mesías esperado y roban, destruyen y matan.
Por último, encontramos que el Pastor, como la puerta, tienen una íntima relación, espontánea con las ovejas: el primero las llama por su nombre, las conoce y sabe cuántas son, de hecho empuja hasta la última en el redil. Con respecto a la puerta, las ovejas entran y salen libremente, encuentran buena comida y sobre todo se salvarán. En todo este contexto, la última frase de Jesús es realmente iluminadora: ¡Él ha venido para que tengamos vida, y la tengamos abundantemente!
Meditatio:
Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.
Después de estas reflexiones procedamos con nuestra meditación, tratando de captar el sentido y, con este evangelio se nos presenta bastante claro luego de la lectio que hemos hecho.
Partamos del inciso que hace el evangelista: ellos no comprendieron lo que les quería decir. ¡Aquí se está dirigiendo a nosotros! Y lo hace porque sabe que tampoco nosotros entenderemos fácilmente cómo Jesús pueda ser puerta y pastor al mismo tiempo, y por eso nos dice de prestar atención ya que la similitud está enviando a otro nivel, al mensaje más profundo.
Entendiendo esto, inmediatamente nos vienen a la mente la relación que Jesús pastor y puerta tiene con las ovejas, y recordamos que concluye esta perícopa diciendo que él ha venido para que tengamos vida en abundancia. Aquí el Señor quiere que su grey, la Iglesia fundada por Él, todos sus discípulos que conoce bien, hasta por su nombre, aprendan a seguirlo, a tener una confianza tal y una libertad que puedan ir y venir, alimentarse de su Palabra y Eucaristía, porque el pasto es abundante, dado que se salvarán estando con Jesús, único mediador entre el Padre y nosotros, por eso mismo es la puerta.
Pero Jesús sabe bien que rondan alrededor de las ovejas los asaltantes y los ladrones, es decir los falsos pastores que en nombre de Cristo tratarán de desviar a los discípulos de la verdad, pues ellos destruyen, roban y matan sólo pensando en el provecho proprio.
¡Cómo es actual este Evangelio! Realmente si el Señor camina con nosotros, delante de nosotros, mostrándonos el Camino que es Él mismo, si Él nos llama y escuchamos su voz y lo seguimos, si nos alimentamos de su Cuerpo y de su Palabra que es Verdad, entonces sí que tenderemos la vida, pues él es la Vida. Pero hoy también existe el peligro, y diría que más que nunca, que yo siga otras voces, otros pseudo pastores que me prometen una vida fácil, palabras aparentemente persuasivas pero que no sólo no contienen la verdad, sino que destruyen, roban y matan la propia identidad, quitan la vida verdadera …
¿Cómo es mi relación con Jesús hoy? ¿Sigo las modas actuales con métodos de oración, gurú, que me prometen resolver fácilmente mis problemas, enfermedades, etc.?
Hoy es la jornada de oración por las vocaciones, por todos aquellos que el Señor llama por su nombre y los invita a seguirlo más de cerca, para ser también él o ella un anunciador de la vida verdadera. ¿Estoy dispuesto/a a dejarme interpelar por él? ¿Me libero para poder captar su voz entre las miles de voces que me circundan? Yo no soy una oveja (esa es sólo una similitud), tengo mi responsabilidad para elegir y responder: ¿lo haré?
Oratio:
La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración…
De la Liturgia de hoy:
Dios todopoderoso y eterno,
condúcenos hacia los gozos celestiales,
para que tu rebaño, a pesar de su debilidad,
llegue a la gloria que le alcanzó
la fortaleza de Jesucristo, su pastor.
O bien el Sal 23:
El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
Él me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo
Contemplatio:
Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…
Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.