Lectio Divina de la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo
Antes de iniciar me pongo a la presencia del Señor, pidiendo el don de su Espíritu Santo, para que pueda rezar la Palabra guiado/a por Él, dócil, como María, atenta y disponible a dejarme transformar como el Señor quiera…
Lectio:
Leo el Evangelio de este domingo, lo leo nuevamente y escruto cada palabra, verbo, me detengo ante los personajes que aparecen. En esta lectura espiritual de la Palabra, en la que uso mi intelecto, no me apuro, dejo que mi ser interiorice la Palabra…Este domingo la Iglesia celebra la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, apóstoles del Evangelio, por lo que la Liturgia nos ofrece un texto clave como es el conocido evangelio de la profesión de fe de Pedro: Mt 16,13-19.
Iniciando nuestra lectura, encontramos que los personajes son solamente Jesús y sus discípulos, de los cuales sólo se nombra a Pedro. Podemos observar que Jesús inicia un diálogo a través de preguntas: la primera más general, luego de una respuesta un poco ambigua de los discípulos, Jesús arremete con una pregunta directa que requiere su involucración personal. A este punto responde Pedro, y de la manera como lo hace se puede entrever que habla en nombre de todos, así como a todos ha sido dirigida la pregunta. Jesús inicia entonces con una alabanza hacia Pedro, una bienaventuranza (macarismo típico en los Sinópticos) que le sigue una declaración-mandato, que da a Pedro la potestad sobre una nueva realidad que todavía no ha sido definida: la Iglesia de Jesús, de hecho él la llama así: “la mía Iglesia”.
Lo que sigue: “Las puertas del infierno no prevalecerán…” es una declaración que podría ser leída a través de dos perspectivas distintas: La primera es la que sitúa este relato en Cesarea de Filipo, una ciudadela al norte, en la falda del monte Hermón, hoy conocida como Baniyas. Entre las grutas que había allí, había una roca donde Herodes había construido un templo en honor a Cesar Augusto, un abomino para los judíos que creían que por medio sobrenatural habría sido destruida y tirada a los infiernos. Por lo tanto Jesús, nombrando a las puertas del infierno que no prevalecerán sobre la Iglesia, probablemente se refería a este hecho bien conocido en esa época. Pero también, haciendo una segunda lectura, se puede entender que aquí hay una contraposición entre el reino de Dios y el reino del diablo. Jesús dará las llaves del reino de los cielos a Pedro que ha tenido una revelación de Dios, ahora nada podrá interponerse a la acción de Dios, ni siquiera los infiernos con toda su crueldad y potencia: Dios es superior.
Meditatio:
Es el momento de comprender el texto, en la meditación aferro el mensaje, me detengo para repetir, luego, lo que más me ha tocado… Después lo actualizo con mi vida, me dejo confrontar por la Palabra.
Habiendo leído bien el texto, más de una vez, uno se pregunta: ¿Por qué el Señor hace estas preguntas? Ya con los milagros que había cumplido podía haberse revelado directamente a los discípulos. Es más, ya en algunos capítulos atrás lo habían reconocido como Hijo de Dios. Aquí Jesús quiere una toma de posición, un tomar conciencia de quién están siguiendo los discípulos y por qué lo hacen. Por este motivo los va llevando a esta toma de conciencia, primero con una pregunta general, a la que responden a tono: “algunos que Juan el Bautista, otros Elías, otros Jeremías o alguno de los profetas”. Quienes son nombrados son todos profetas, por lo que queda claro que Jesús es reconocido por la gente como uno de ellos. Mateo, respecto a los otros Sinópticos, agrega el nombre de Jeremías, un profeta que ha sufrido para dar testimonio de la verdad, como Jesús. Jesús no contradice la respuesta que dan, implícitamente acepta el apelativo de profeta. Pero no basta para reconocer quién es él verdaderamente. Ahora les hace la pregunta directa y Pedro responde: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. De los tres Sinópticos, es Mateo que da esta afirmación más completa. Jesús no sólo es profeta, es el Cristo, es decir el Mesías esperado desde siempre por el pueblo judío para que lo salve. Pero no sólo, y aquí está la novedad, Jesús es el Hijo del Dios vivo. La prerrogativa de Dios no podía tenerla ningún ser humano, ni siquiera los profetas o un mesías, aquí Pedro reconoce a Jesús como el que viene de Dios y este Dios está vivo, es decir es el Señor de la vida, el Señor de la historia, si en la tempestad calmada había quedado alguna duda, aquí desaparece. Pedro no habría podido jamás hacer una semejante afirmación sin la asistencia del Espíritu Santo, por eso Jesús le dice que no es por mérito humano (ni la carne ni la sangre), sin que ha tenido una revelación de Dios.
Pero Jesús no se queda aquí, también él da una definición a Pedro en forma paralela: “tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. En el cambio de nombre a Simón, hay una implícita misión sin lugar a dudas. La roca de la gruta dedicada a César podía caer hacia los infiernos, pero no la Iglesia de Jesús, porque está fundada sobre otra roca, un hombre que será testigo de Cristo hasta dar la vida por él. La piedra, que ahora es Pedro, será angular, y será sobre la que se edificará la nueva asamblea de Jesús. Asamblea en griego es ecclesia, de ahí que deriva el término Iglesia en español. Entendiendo la traducción, se puede comprender que la Iglesia de Jesús no es un edificio, aunque se hable de piedra, sino un conjunto de personas reunidas en asamblea y estas serán fundadas en la persona de Pedro, el vicario de Cristo en la tierra. El concepto, si bien tiene una relación con el término hebreo qahal, en realidad este último se usa para referirse al pueblo o asamblea de Dios, la novedad que Jesús aporta, es que él habla de su Iglesia, y así corrobora que es el Hijo de Dios y que el nuevo pueblo será suyo. Es verdad que el Evangelio de Mateo ha sido escrito mucho tiempo después que estos hechos se adverasen, pero es verdad también, que aquí se está dando un mensaje ciertamente eclesial y teológico, que contiene la novedad evangélica. La Iglesia de Jesús no caerá, no obstante se embate en las tormentas terribles, porque está fundada sobre la roca y esta roca pertenece a Dios. Es Dios el Señor de la Iglesia y Pedro, con sus sucesores, deberán dejarse inspirar por Él para atar o desatar, en la tierra, todo lo que concierna la fe o las costumbres.
Reconocer que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo, es acoger su persona, su mensaje y la Iglesia fundada por él en la persona de Pedro. No se puede separar una realidad de la otra. En definitiva el Dios de la vida, que es un Dios de amor, sostiene a su Iglesia hoy y siempre, hasta que retorne su Hijo en el día final.
Oratio:
La meditación de esta Palabra che el Señor me ha donado se hace oración…
Señor, Dios vivo,
que en tu Hijo nos has revelado tu rostro
de Padre y de Amor,
asiste siempre a tu Iglesia,
para que sea sacramento de salvación
y cada uno se sienta
partícipe de su vida,
que celebra el misterio de tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Contemplatio:
Entro en el corazón de Dios, mi centro sólo debe ser Él, su Hijo, el Espíritu Santo, solamente Dios… aquella Palabra que me había tocado la hago mía, me tendría que ayudar, como también el silencio, para abrir mi corazón a Dios. La contemplación no es un caer en éxtasis o ver a Dios con los ojos del cuerpo, es sentir profundamente su presencia che invade mi ser, es silencio, es paz…
Al final de la oración, agradezco siempre al Señor por los dones que me ha concedido y me ofrezco a Él para que se cumpla en mí su Voluntad.